EL VESTIDO CORRECTO
Cada cultura establece para las diferentes actividades sus reglas sociales, normas no escritas que definen cómo debemos presentarnos de acuerdo a cada ocasión; el respeto a esas normas nos da una buena imagen, que no deja de ser importante cuando interactuamos con otros miembros de la sociedad. De esa manera, una boda celebrada durante el día requiere de una presentación diferente a la que se lleva a cabo durante la noche. Los colores, el corte del vestido, todo cuenta para que nos definan como bien o mal vestidos. Sin embargo, sin desestimar el veredicto de los asistentes, siempre habrá oportunidad de exhibir libremente nuestro particular estilo de vestir, que habla de nuestra personalidad, de nuestro estado de ánimo, que facilita nuestro lenguaje corporal, de nuestro buen o mal gusto.
Es obvio que para expresarnos como queremos, debemos elegir adecuadamente las prendas de vestir y sus accesorios. Si bien es cierto las reglas sociales impuestas sobre el buen vestir evolucionan con el tiempo, siempre existirán, representan los límites imaginarios en el que podemos movernos con imaginación, fuera de esos límites caemos en lo admirable o, tal vez, en lo ridículo y detestable. No es estrictamente necesario gastar mucho dinero para vestir bien, es verdad que un corte y estilo casi siempre vienen acompañados de un alto precio, pero hay excepciones que debemos buscar en los almacenes renombrados por el buen gusto de sus propietarios, que nos ofrecen muchas opciones y nos ayudan a elegir con atención personalizada apoyada con su experticia en la materia.