La etapa más esperada en la vida de una persona es quizá los 15 años. Es un convencionalismo humano que está vinculado con la ampliación del círculo social y un cambio de comportamiento. Así lo experimentó María Cecilia Cuesta Vásconez. En sus 15 primaveras era una chica agradable y tranquila, dedicada a sus estudios, como era de esperarse de la menor de cuatro hermanos. Sin embargo, anhelaba saber más y materializar los sueños de adolescente. En ese contexto del destino, apareció la figura de Pedro Medina, un chico alegre y el menor de tres hermanos que le gustaba pasar largos ratos con sus amigos y construir recuerdos especiales. Fue por eso que formó parte del grupo bautizado como los “Amenos”. Una suerte de cofradía en la que departía momentos con el Chino Albán, Paulo Vásquez, Chino Rosero, Luis Pachano, Patricio Viteri, Rodrigo Bayas (+), Alex Erazo, Jorge Robayo, entre otros.
La vida preparó el momento para que Pedro y Cecilia se conocieran. Ambos coincidieron en la clase de inglés en la Universidad Católica, junto a la iglesia de La Medalla Milagrosa, en el centro de Ambato. Pedro era mayor con dos años. Receloso en extremo, apenas si pudo entablar una pequeña charla, luego de que fueran presentados por Luis Pachano, primo de una de las mejores amigas de Cecilia. Eso bastó para que cada quien se interesara por saber más del otro. Se hicieron buenos amigos. Pedro entonces le pidió a Cecilia que lo aceptara como su enamorado.
Ella lo rechazó, pero se arrepintió casi inmediatamente, Pedro se alejó un poco, no del todo, pues no quería perder de vista a la mujer que le hizo sentir algo único y especial. Transcurrieron 10 años en los que cada quien hizo su vida y maduró con otras personas en su entorno. Cecilia estudió cinco años en México, sin perder contacto con Pedro. Entre los dos quedó viva esa sensación de amor no plasmado, que luego se vuelve silencioso y se aguarda como una promesa querida.
EL COMPROMISO
Finalmente se dijeron lo que sus corazones gritaban, un doble sí que ratifica su amor. Estuvieron tres años como novios. Hasta que Pedro sintió que era el momento de avanzar y pedir la mano de Cecilia. Esperó el momento ideal y significativo. El escenario fue Luna Runtún, en Baños de Agua Santa. Sería la fecha de aniversario de su noviazgo: 14 de junio en el 2016. Todo fue meticulosamente planeado. Pedro disfrutaba de sus días libres, después de tres semanas de trabajo fuera de la ciudad. Invitó entonces a Cecilia a una cena especial y ella aceptó sin que se apartara de su pecho la sensación de que algo maravilloso ocurriría.
A pesar de sus preguntas usuales como el tipo de ropa a usar, Pedro se mantuvo sin revelarle nada. Ya en Luna Runtún, la comida fue el plato predilecto de Cecilia sopa de tomate, acompañado por postre y una relajante copa de vino. En el clímax del momento, en medio de música, luz y un ambiente romántico, Pedro le pidió que cerrara los ojos. Ella obedeció, pero sentía que el corazón le latía con fuerza. Pedro con las manos temblorosas sacó de su chaqueta el anillo que había adquirido tres meses antes y que guardó con tanto amor y que en ese instante representaba la felicidad para el resto de toda su existencia. El brillo de la sortija fue eclipsado por el destello enamorado en los ojos de Cecilia cuando le dijo que sí, a su propuesta de que fuera su compañera de vida. Luego fueron abrazos y lágrimas de alegría desbordante. Los novios pasaron así a otro ambiente rodeado de flores y corazones que habían sido primorosamente preparado en complicidad con el personal de la hostería, que emocionado también batía palmas en honor a la nueva pareja. Esa noche fue una de las más largas para Cecilia, pero la alegría continuó a la mañana siguiente cuando contó la buena nueva a sus padres y les mostró el anillo en su mano. Los cálidos abrazos no cesaron, más aún cuando les comunicó que no esperarían mucho para la boda que se realizaría en seis meses, el 17 de diciembre antes de la Navidad que tanto gustaba a Cecilia, pues recordaba sus largas charlas a larga distancia con Pedro, durante la década que estuvieron separados
Los preparativospara la boda estuvieron llenos de emociones y recuerdos, en los que seinvolucraron los padres de Cecilia, primas y amigas. La elección del vestido
que fue adquirido en la Ciudad de Quito en Angelica novias fue muy especial, una
experiencia única le tomo 4 horas, tan particular fue el pasaje que salió con
el vestido de novia en la mano.
EL TRASLADO
El padre de Cecilia es poseedor de un auto Nash modelo 1929. Siempre soñó que ese vehículo transportaría a la iglesia a su hija y así fue. Lo decoraron muy bien y todos verían las felicidades de los recién casados directamente con el auto descapotado. Sin embargo, llovió esa anoche, pero Cecilia insistió en viajar así y cumplir uno de sus sueños. Dos paraguas le facilitaron el traslado a la feliz pareja
LA DECORACIÓN
Cecilia gusta mucho de los colores pasteles. Y esa predilección fue tomada en cuenta a la hora de decorar por los expertos. Ellos hicieron algo sublime: la decoración fue clásica, el gusto por los palacios, pinturas y los museos, condujo a que todo lo que se hiciera alrededor fuera de un estilo francés. El pastel fue grande y muy acorde con la decoración.