RENATA & DIEGO
En una soleada mañana de ciclismo
el destino de dos personas se cruzó para siempre. Renata gustaba de practicar
este deporte, en cierta ocasión, luego de una ruta de entrenamiento Diego se
ofreció a llevarle a su casa y desde ese momento algo despertó entre ellos.
Diego debía cumplir un compromiso en Quito y estaba ataviado para la ocasión.
Quedo impactado con la belleza de
Renata. Mientras la llevaba a su domicilio, disfruto cada minuto de su compañía
con charlas amigables que avivaron más sus sentimientos. Pero ambos decidieron
callar, además Renata debía irse por un tiempo a Estados Unidos, mientras el viajaría
por negocios por varios lugares de Asia.
Pese a esa aparente ruptura de
destinos, Diego estando en Tailandia decidió escribirle por Messenger. Así
construyeron una amistad forjada con mensajes de texto y fotografías instantáneas.
Tenían gustos similares, incluso, sus carreras lo eran: ingenieros comerciales.
Compartían también la afición por los deportes y ese deseo insaciable por
conocer más acerca de diversas temáticas.
Con el retorno de Renata al país,
se hicieron novios. Recuperaron el tiempo perdido con salidas continuas a
conciertos, paseos y prácticas deportivas. Ambos se aproximaron también a sus
respectivas familias.
Esa fusión de paciencia y madurez les ayudo a
sortear problemas y fomentar una relación de convivencia previa al matrimonio.
En el 2012 salieron de gira por el mundo. Una suerte de combinación entre
trabajo y diversión. Al volver fortalecieron su relación con el nacimiento de
su primera hija: Sofía.
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El enlace matrimonial no fue nada convencional y se celebró en Baños de Agua Santa por ser una zona energética. Ellos prepararon cada detalle durante tres meses. Sus padres no intervinieron en absoluto. El sitio escogido fue la hostería Samari por sus bondades y facilidades. Valoraron la naturaleza y los paisajes. La ceremonia no se fundamentó en estereotipos: no hubo el discurso de los padres, la música seleccionada fue rock, nacional y se prohibió el reguetón.


Tampoco hubo corte para la novia, ni maestro de ceremonias, Diego escogió una carpa bajo la cual se celebró el matrimonio. Este implemento fue posible conseguirlo con la ayuda de su amigo Víctor Hugo Miranda. Una tarea nada fácil, ya que la carpa debía tener 6 metros de alto, así se brindó un ambiente fresco y relajado para los invitados
Se cuido del servicio, con asistentes y auxiliares verificando cada detalle asi los tiempos se cumplieron, al igual que los itinerarios y los pormenores. En el logotipo del evento constaron tres nombres como marca familiar: Diego, Renata y Sofia.
De ese modo salieron de los convencionalismos. La invitación se mando a diseñar en Cuenca, con un papel muy grueso de color plomo y sin brillo que le daba un toque diferente al que habitualmente se utiliza. Para el resto de los arreglos, se escogió el color blanco por su significado de pureza. Salvados los inconvenientes con los proveedores, todo quedo a punto, incluso, contaron con 10 choferes dispuestos para trasladar a los invitados que desearan regresar a Ambato.


La misa matrimonial fue a las 12:00. Luego de eso se efectuaron la salida de los novios e invitados. Diego estaba tan abstraido en este gesto que, por un momento, se olvido de la novia. Fue una anecdota que hoy se recuerda con sonrisas.
A las 13:00 inicio la recepción en el hotel, que al ingreso hubo, champan helado y música, que ayudo a romper el protocolo y empezar el jolgorio y la celebración, siempre de la mano de los novios y luego unas palabras de agradecimiento de Diego.


Con La Toquilla la gente se animó. En el almuerzo intervino un grupo de baile quienes venían de ganar un campeonato mundial de salsa y Edisson Voplinke cerró la celebración que finalizo a la media noche con el sentido abrazo de los padrinos, un papel que cumplieron sus padres. Los 200 invitados llegaron de varios lugares del Ecuador, Estados Unidos, España y Bolivia, con especial atención de la familia Vascones.
El pastel fue elaborado por la señora Macarena de Macadamia; los bocaditos de Hortensia Alban e Isabel Sacoto les ayudo en el montaje final, dos dias antes del matrimonio. La cancion emblematica fue Sugar de Maroon 5..

